RELACION CON LA MADRE.

Abr 12, 2025 | Relaciones

Todas nosotras llevamos encima el peso de nuestra madre por lo que es necesario sanar la ruptura madre/hija tanto si tu madre está viva como si no, para así poder sanar la profunda herida de tu naturaleza femenina. El elemento clave reside en que tú misma te conviertas en una buena madre para ti. Con esa idea en la mente, asume la tarea de ser maternal contigo misma”.

Maurren Murdock, “Ser mujer. Un viaje heroico”.

Nuestra madre es nuestra conexión con la vida, es el primer latido del corazón, el primer contacto, el primer olor, y  la intensidad de este primer vínculo nos condiciona para el resto de nuestra vida.  Y al ir creciendo, los procesos de identidad y/o rechazo se producen fundamentalmente entre madre e hija. Son relaciones, de alguna manera, especulares (en espejo). Tu madre te conecta con la vida, es el puente para acceder a mayoría de tus experiencias como mujer adulta.

En nuestro inconsciente está el vivo recuerdo de haber tenido la relación más simbiótica que jamás volveremos a tener con otro ser humano en la vida, ni con la pareja, hij@s o amigas, lo viviremos. Ese  vínculo con nuestra madre ser gesta en su vientre, donde experimentamos la unidad,  donde teníamos todo lo que necesitábamos y queríamos a libre disposición.

¡Ahí conocimos la incondicionalidad!, Mas luego, la olvidamos. Quizás nuestra madre no fue quien deseamos o necesitamos, aun así, ella estuvo de la única forma que podía según sus recursos internos y su propia historia.

Hoy nos toca aceptar que nuestra madre nos abrió la puerta a la vida, y que la relación que tenemos con ella ahora, es el reflejo de cómo está nuestra vida, ya que la madre representa: El éxito, relación con el dinero, la pareja y el cuerpo.

¡Cómo miramos a nuestra madre es cómo miramos tu vida!, por eso, es fundamental sanar este vínculo, sanar la herida materna, que aparece cuando: Nuestra madre no tiene recursos internos para acompañarnos en nuestro desarrollo,  no proporciona protección, no guía emocionalmente, aparece más bien como una enemiga, intenta controlar, a través de la culpa o crítica, se da la competencia y envidia, exigencia y enfado… despierta el deseo de no verla más o vivir lo más lejos posible.

El camino para sanar es recoger a la niña y su herida, maternarla desde la adulta que somos. ¡Rescatarla del olvido! Expresar lo que no se pudo decir. Liberar aquello que enfadó y dolió…Darnos todo aquello que nos faltó y hacernos cargo de nosotras mismas con amor y respeto. Y transcender lo que sucedió a través  de la enseñanza  y potencial que conlleva la herida. Y a su vez, muchas veces hay que aprender a poner límites sanos para con una madre toxica y soltar la lealtad ciega que este vínculo conlleva.

Maria Morera